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En Javier Márquez de 1ESO C ens ha deixat aquesta història. Si voleu passar una bona estona llegiu-la. Gràcies Javier.
La
leyenda de los príncipes
Érase
una vez, en un poblado de tierras desconocidas, donde se respiraba
paz y tranquilidad, lideraba el rey Alfredo, también conocido como
``El Magnífico´´ por haber liberado a su pueblo en numerosas
ocasiones de la esclavitud, la pobreza y el hambre. Por aquello, el
rey Alfredo era conocido en todo un continente. El rey tenía dos
hijos que eran, por orden de edad, Rodrigo y Fernando. Este último
fue desterrado y llevado a encarcelar. Fernando o, como muchos le
llamaban, el jinete oscuro, cientas de veces había sido detenido por
actos vandálicos, tales como intentar quemar su propio pueblo. Que
decir de Rodrigo, era todo lo contrario a su hermano, era un niño
prodigioso. Probablemente, los celos se apoderaron de Fernando,
dejándole resignado de ser un buen niño.
Pasó
el tiempo. Los dos hermanos deberían rozar los veinte años.
Fernando
todavía estaba cumpliendo condena en una cárcel mágica, de alta
seguridad, llamada por todos
``La
jaula encantada´´. Alfredo había caído en una terrible
enfermedad: la peste. Por desgracia, no tenía cura. Pronto se
decidiría el heredero de la corona. Esta noticia llegó a los oídos
de Fernando, quien reaccionó y llamó al mago más conocido de la
comarca: ``El Pingüino´´. Pretendía, de una vez por todas, salir
de aquella cárcel con su ayuda. Algunos rebeldes, que estaban a los
pies de Fernando, le trajeron al hechicero a la celda.
-¿Quién
osa pedirme acercarme a una cárcel que yo mismo creé?
-¿No
me conoces, Pingüino?
-Ahh,
sí. Te recuerdo, jinete. Recuerdo cuando te trajimos a esta cárcel.
Apenas tenías trece años.
-Sí,
así es. Quería pedirte un favor.
-¿De
que se trata?
-Como
ya sabrás, soy hijo de Alfredo, el Magnífico.
-¿De
Alfredo? He oído que ha caído en una terrible enfermedad.
-Sí,
más vale que muera pronto. Yo debería ser el nuevo rey, y no ese
estúpido de Rodrigo.
-Te
puedo dar fuerza, la suficiente como para salir de aquí y llegar al
reinado de Alfredo, en menos de una hora. Eso sí, serás un
fugitivo. No será sigilosa la manera de entrar.-El Pingüino le pasó
un brebaje a Fernando entre los barrotes-Puede que con este ungüento
te sientas lleno de energía, un gigante. Pero no abuses de tu
fuerza, estás advertido.
-Estoy
a entrar en guerra con mi hermano, veamos como puede ayudar el
ungüento.
Fernando
se bebió la pócima, su tamaño aumentó y derribó la pared de la
celda. Salió corriendo a una velocidad a la que nadie le podria
haber perseguido, almenos a ese ritmo.
Llegó,
como había previsto el mago, en menos de una hora a la fortaleza de
su moribundo padre. De un golpe, derribó a los guardias que
vigilaban la entrada al castillo. Ricardo, que estaba rezando en la
habitación de su padre, dio un giro repentino al oír el enorme
estruendo que estaba causando su hermano. Se abrió la puerta y
rápidamente Fernando cogió a Rodrigo del cuello y le dijo:
-Hola
hermano. Cuanto tiempo sin vernos.
-Hermano,
podemos reinar los dos juntos, en paz. Olvidémonos del pasado.
-Ya
es tarde, hermanito. El trono será mío. Entonces me olvidaré de
los diez años anteriores, que pasé en esa horrible cárcel. Me
olvidaré de padre, de ti y de los estúpidos castigos.
Fernando
apretó tanto a Rodrigo que le dejó sin respiración. Una trágica
muerte para un alma tan buena. Pasados dos días, Fernando era el
nuevo rey. Ordenó quemar todas las casas de los aldeanos. Pero una
tempestad cayó sobre el pueblo. Era imposible prender una sola
llama. Así pasaron días, semanas, meses. El castillo de Fernando
estaba comenzando a inundarse, por todos lados había agua. Tal vez
Fernando, por así decirlo, hubiera necesitado un paraguas. Pero el
único del castillo lo había tenido su hermano, al que asesinó.
Además, Fernando no sabía nadar. Moriría ahogado, como su hermano.
Tal vez, algún día los dos espíritus se perdonaran y convivieran
en paz, lejos del trágico final que tuvieron los hermanos, junto al
rey Alfredo.